Desde el comienzo de la guerra contra el narcotráfico (2008) y la militarización del país, Santa María de Ostula, se ha visto asediada por el crimen organizado, las grandes mineras y la amenaza de despojo por parte del gobierno federal para la construcción de un corredor turístico. Ante este panorama, gran parte de los jóvenes se han visto obligados a salir de la comunidad para encontrar un modo de subsistencia que no ponga en riesgo su vida.

En la desesperación por sobrevivir como cultura originaria dentro de su territorio, la comunidad se ha organizado para evitar el paso del crimen organizado. El precio que han tenido que pagar han sido encarcelamientos, 40 asesinatos, y al menos 34 desapariciones.

El proyecto fotográfico intenta mostrar la vida cotidiana de un pueblo que lleva más de 500 años en resistencia, y la manera en la que las nuevas generaciones han tomado el mando en la organización comunitaria para reconstruir una resistencia que responda a las nuevas formas de opresión como lo son: el crimen organizado, extractivismo y militarización.